Qué es y para qué sirve el Cloruro de Magnesio?
Vídeo con toda la información
Contraindicaciones del cloruro de magnesio
Entre las más importantes podemos destacar estas dos:
Insuficiencia renal: a pesar de ser un principio activo
bueno para el buen funcionamiento de los riñones, dado que puede formar
cálculos renales no se aconseja en caso de insuficiencia renal.
Diarrea: al ser un laxante natural no se recomienda su
consumo en caso de diarrea.
Colitis: de la misma forma que no se aconseja el consumo de
cloruro de magnesio en caso de diarrea, tampoco se recomienda en caso de
colitis.
Imagen para redes sociales
El cloro y el magnesio una gran combinación. La carencia del cloruro de magnesio en nuestro organismo afectará muy negativamente a nuestra salud, todo lo contrario si estamos bien abastecidos de estos minerales. Los síntomas carenciales del magnesio.
El Reverendo Schorr comenta su experiencia.... lo que sucedió en su propio cuerpo: Abajo en los vídeo relacionados mirad en los comentarios de los vídeos las experiencias de muchas personas con el cloruro de magnesio. https://www.youtube.com/watch?v=XwtWMSA9jrI
“Cuando tenía 61 años de edad estaba casi paralítico” … esto fue 12 años antes de comenzar el tratamiento con el Cloruro de Magnesio. Sentía puntadas agudas en la región lumbar (columna vertebral), incurable según la ciencia medica ortodoxa (es decir, los médicos). Al levantarme de la cama por las mañanas, sentía un fuerte dolor en la columna que perturbaba todo el día.
Era causado por el nervio ciático, que apretaba la tercera vértebra, me lo hacia sentir sobre todo cuando estaba parado, lo que me forzó a trabajar la mayor parte del día sentado. Hubo un año, en que todo lo hacia sentado, menos la misa. Era un tormento y tenia que suspender mis viajes a causa del dolor.
Durante un verano muy seco sentí mejoría, pero luego empeore más. Comencé entonces a rezar la misa sentado. Volví a la ciudad de Floreanàpolis (Brasil) buscando un especialista que me sanara. Me tomaron nuevas radiografías, y me dijeron que mis vértebras están duras y en avanzado estado de descalcificación.
Nada era posible hacer. Las diez aplicaciones de onda corta que recibía en la columna no detenían el dolor. Al colmo de no poder dormir ni siquiera acostado, a veces quedaba sentado en la cama. Hasta que descubrí que podía dormir en la posición fetal, así como duermen los gatos. Esto dio cierto resultado y solo despertaba al estirarme enderezarme. Ya faltaba poco para no poder dormir ni siquiera en posición fetal.
Me preguntaba: Y ahora ¿qué puedo hacer? Estaba engañado por la medicina tradicional y así entonces apelé a Dios. Y le dije: amado Dios, estas viendo en este estado a esta criatura…te pido Dios mío que me des una solución para todos mis males.
Ocurrió entonces que pocos días más tarde me llevaron a Porto Alegre a un encuentro jesuítico.
Allí conocí al Padre Juárez, un sacerdote jesuita quien me contó que la cura de mis problemas de salud era algo muy fácil. Me dijo que para ello debía tomar el Cloruro de Magnesio, mostrándome escrito en un libro de medicina del Padre Poig, un jesuita español, conocido y prestigioso biólogo, que había descubierto las propiedades curativas del Cloruro de Magnesio, a partir de una experiencia familiar, curando a su madre quien por esa época se encontraba con artrosis en avanzado estado de descalcificación.
Los sacerdotes jesuitas siempre se destacaron por sus grandes conocimientos para curar las enfermedades utilizando medicina natural como las hierbas medicinales y los minerales puros. En tono de broma, el Padre Juárez me dijo: mientras tomes esta sal, solo te vas a morir si te das un tiro en la cabeza o si tienes un accidente.
Comencé a tomar una dosis diaria todas las mañanas. Tres días después, comencé a tomar una dosis a la mañana y otra a la noche. Así mismo continué durmiendo todo arrollado. Pero el vigésimo día, cuando me levanté estaba todo extraño y me dije: ¿Será que estoy soñando?, dado que ya no sentía dolores y hasta pude dar un paseo por la ciudad, sintiendo todavía en mi memoria el peso de diez años de sufrimiento con esta incomodidad y limitación.
A los cuarenta días pude caminar el día entero, sintiendo un pequeño peso y dolor en la pierna derecha. A los sesenta días, esta pierna dolorida estaba igual o mejor que la otra. Luego de tres meses sentía crecer la flexibilidad en los huesos y un inesperado alivio en todo mi cuerpo. Pasaron diez meses y puedo doblarme como si fuera una serpiente, sintiéndome otra persona.
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